La percepción del color depende de muchos factores. Cada
cultura nombra cada color de un modo distinto ya que cada individuo, según su
época y lugar, percibirá de una manera u otra el mismo color que otro individuo
de distinta época o lugar. Esto se ve claramente en la historia del arte, ya
que cada artista utilizaba una técnica y unos colores que para él eran los
correctos. Esto no significa que unos sean correctos y otros no, solamente que
cada artista, dependiendo de su contexto, apreciará mejor, para
su pintura, unos u otros colores.
Quizás por eso los filósofos consideraban los colores
engañosos, como representantes de lo falso y ellos, los sabios dotados de
talento, no podían confiar en las fuentes de colores y siempre los han detestado.
En cambio muchos artistas aman los colores, para ellos son
fuente de inspiración, pero para los filósofos lo único que pintan son sus
fantasías de como ellos perciben el color. Yo no creo que sea ninguna fantasía,
más bien lo considero una virtud el poder pintar con tal exactitud los colores
que percibimos, porque desde mi inculta percepción del color, veo reflejado el
mismo color en la realidad que en el lienzo.
Muchas veces le atribuimos color a una forma, un concepto,
un pensamiento y simplemente con este color ya sabemos a qué nos referimos o qué nos quieren transmitir. Es ahí cuando aparece la relación entre las cosas y
nosotros, gracias al color.
Unos tienen la virtud de diferenciar más tonalidades que
otros e incluso podrían llegar a identificar el mismo color, pero yo creo que
dos individuos, cuando se refieran a un mismo color en general, nunca lo
pintarán o lo representarán con la misma tonalidad ya que cada ser tiene un
grado de percepción y por lo tanto a cada uno le parecerá ligeramente distinto
el mismo color.
SALSIL
¡Pobres filósofos! Has hecho un buen trabajo con tu comentario de Azúa. Me alegro de que su texto te haya permitido esta reflexión. ¡Bien!
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